Cómo acudir con tu gato al veterinario

El momento de llevar al gato al veterinario puede ser temido por mucha gente.  Es una situación que puede volverse estresante para el animal y para el propietario, llegando al punto de evitar llevar al gato a la clínica para los chequeos rutinarios, acudiendo únicamente cuando el animal está enfermo. Es algo que debemos evitar ya que las revisiones periódicas y la medicina preventiva son muy importantes (en ocasiones permiten diagnosticar enfermedades en su etapa inicial mejorando el pronóstico de las mismas).

Hay que intentar que el gato no perciba el trasportín como “la caja del miedo”.  Para ello debemos acostumbrarlo al mismo lo más pronto posible, de modo que podamos realizar el desplazamiento en las mejores condiciones de confort y seguridad y podamos estar pendientes de las reacciones del gato.

Si el transportín está siempre accesible, el gato no lo relacionará con la visita al veterinario y usarlo no supondrá un momento de estrés.

La meta es conseguir que el gato perciba el trasportín como una zona de seguridad, un sitio agradable y familiar en el que entre sin tener que forzarlo. 

Lo ideal es que sea siempre accesible. Colocarlo en alguna zona de la casa que sea tranquila, siempre con la puerta abierta, con una colchoneta o manta en su interior. Introducir juguetes , chuches, ropa con olor familiar. De esta manera, el gato se acostumbra a que el trasportín forma parte del entorno, suelen entrar dentro e incluso dormir en él ya que no lo perciben como una amenaza.

Una vez entran de manera voluntaria y pasan rato dentro, se recomienda cerrar la puerta (aumentando progresivamente el tiempo que la puerta permanece cerrada); tras abrir la puerta, premiar al gato con una chuche o algo de comida que le guste para generar un refuerzo positivo al trasportín.

Hay infinidad de modelos (rígidos, semirígidos, plegables, de tela, de plástico, mochilas…). Escoger uno u otro dependerá del tamaño del gato, de su carácter, si se va a usar algún tipo de trasporte o se va a ir andando… Pensando en la visita al veterinario, lo ideal es usar un trasportín rígido, de plástico (permite una mejor limpieza si el animal vomita, se hace pis o caca…) y cuya parte superior sea desmontable. Se deben evitar usar trasportines con ruedas que, aún siendo muy cómodos para el porteador, genera miedo en el gato por el ruido que hacen (principalmente en superficies rugosas) y por su inestabilidad.

Lo ideal es pulverizar feromonas en spray (feliway) media hora antes de su uso; este spray es una copia sintética de las feromonas faciales felinas, que producen un estado de seguridad en el entorno que rodea al gato; consigue que éste le resulte familiar y minimiza la ansiedad.

El transportín debe taparse con una manta o tela para favorecer el estado de calma.

Pulverizar el transportín media hora antes del viaje con feromonas en spray, ayuda a reducir la ansiedad.

Conviene acostumbrar al gato al coche lo antes posible. Para ello, empezaremos subiendo el trasportín al coche, dejándolo un rato con el motor encendido, pero sin desplazarse. Si el gato lo tolera bien, las siguientes veces basta con ir haciendo trayectos gradualmente más largos. Es fundamental sujetar bien el transportín para evitar movimientos bruscos durante el trayecto; lo ideal es ponerlo en el suelo, detrás de los asientos delanteros o en el asiento trasero sujeto con el cinturón de seguridad. Debemos evitar poner la radio a gran volumen, tenemos que conducir con suavidad ; y hablar calmadamente al gato, puede ayudar a minimizar el estrés.

Si el trayecto se va a realizar andando, no zarandear el transportín ni chocarlo con las piernas; igualmente debería taparse para minimizar la exposición a estímulos.

Durante el camino de vuelta, seguir las mismas indicaciones que para la ida. Si conviven varios gatos en el domicilio, es recomendable dejar al gato unos minutos dentro del transportín y observar al resto de animales. Si los gatos permanecen tranquilos, puede abrirse el transportín; si se aprecia tensión (bufidos, gruñidos, pelo erizado…), esto suele deberse a que el gato “trae olores de la clínica y no les resulta familiar”. En ese caso conviene dejar al gato en una habitación separado del resto, con agua, comida y un arenero durante un máximo de 24 horas, hasta que su olor resulte más familiar.


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