A pesar de lo que puede parecer, el miedo en sí mismo es positivo. Aún siendo siempre una sensación desagradable, se trata de un mecanismo desarrollado por los seres vivos que nos permite evitar riesgos y amenazas.
Ahora bien, cuando el miedo es desproporcionado en relación al estímulo que lo provoca o cuando las reacciones que lo acompañan son descontroladas, hablamos de FOBIAS.
En el caso de perros y gatos, probablemente la más frecuente de las fobias que se dan, sea la fobia a los petardos y los fuegos artificales*.
Aunque en un momento dado la explosión de un petardo puede asustar a cualquiera, cuando un animal sufre este trastorno la sensación de pánico es tan intensa que pueden aparecer síntomas como ansiedad, hipersalivación, temblores, ladridos y aullidos intensos (vocalizaciones en general). Y en los casos más graves se pueden producir huidas descontroladas, síncopes y catatonia.
Algunos animales, tras sucesivas crisis comienzan a presentar los síntomas relacionados también con el resto de factores que acompañan a las explosiones. Es decir, un lugar, el olor de la pólvora y después el bullicio y las luces de la Navidad (por ejemplo) pueden adelantar la aparición de la ansiedad y el resto de síntomas. De esta manera, de no tomar medidas correctoras, el problema es cada vez más complejo y se extiende más en el tiempo.
¿Cómo evitar las fobias en mascotas?
Prevención
La exposición temprana a todo tipo de estímulos con los que previsiblemente vaya a tener que convivir un cachorro en su vida adulta, es el mejor remedio para evitar el desarrollo de fobias y otros trastornos del comportamiento.
Debemos tener en cuenta que el periodo de socialización de un cachorro termina a los 3 meses de edad. Por lo que será crucial que aprenda a reconocer tales estímulos como inofensivos antes de dicha edad.
¡A tener en cuenta!: una primera exposición traumática durante la etapa de socialización puede tener el efecto contrario al deseado. Es muy importante, por tanto, que siempre se haga de manera gradual y dentro de un contexto de normalidad.
En el caso de perros adultos, el sistema será el mismo, aunque las garantías de éxito serán menores.
Corrección
Una vez establecido el trastorno, podemos recurrir a distintas terapias curativas y atenuantes. Sin embargo, dado que la gravedad de las fobias tiende a intensificarse con el tiempo, una actuación temprana mejorará el pronóstico.
Antes de aplicar cualquiera de estas herramientas es importante:
- Determinar, dentro de lo posible, el origen.
- Identificar todos los factores que intervienen en el desencadenamiento de la crisis
Actuaciones paliativas
Nuestro primer movimiento en los momentos previos a la crisis será proporcionar al animal un entorno seguro. Se recomienda buscar la zona de la casa más alejada de la fuente del ruido.
Durante los días previos (cuantos más, mejor) prepararemos un entorno positivo en la habitación con juegos, comida y premios. Podemos, incluso, colocar un difusor de feromonas apaciguantes.
Después, acudiremos allí varias veces al día para que el perro/ gato vaya familiarizándose con el espacio y sintiéndose cada vez más a gusto en él.
Cuando previsiblemente vayan a empezar los fuegos, bajaremos las persianas y cerraremos puertas para amortiguar el ruido. También colocaremos una cama cubierta o transportín, agua, juguetes, una manta… Después, acompañaremos a nuestra mascota a su zona segura y le ofreceremos permanecer en ella. Pero en ningún caso le forzaremos a permanecer en este ni ningún otro lugar.
En el caso de los gatos, si lo prefieren, lo haremos en altura.
Al comenzar los ruidos es importante permitir al perro/ gato que vaya a «su guarida». Si busca nuestra compañía no debemos negársela, pero tampoco ofrecérsela por propia iniciativa ni protegerlo en exceso. Le atenderemos con naturalidad, como si afuera nada estuviera ocurriendo; es muy importante transmitirle serenidad.
En casos graves, puede ser necesario acudir al veterinario para que instaure tratamiento farmacológico.
Tratamientos curativos
Se basan en el contracondicionamiento y la desensibilización. Ambos se realizan simultáneamente y consisten en la exposición gradual al estímulo. Empezaremos con un estímulo apenas perceptible e iremos aumentando la intensidad. A lo largo de todo el proceso, le ofreceremos simultáneamente un estimulo agradable (caricias, chuches, juguetes). El ritmo lo marcarán las reacciones del animal.
Suelen requerir la asistencia de un especialista en comportamiento capaz de analizar e identificar las reacciones de manera correcta y recurrir al tratamiento farmacológico en caso necesario.
El uso de feromonas de apaciguamiento en difusor, aerosol, collar o vía oral, puede ser de mucha ayuda en todos los casos, ya que aumentan la sensación de seguridad.
Actualmente, existe en el mercado gran variedad de productos indicados en estos casos. Aunque hay tener en cuenta que no todos ofrecen las mismas garantías ni la misma eficacia. CONSULTA A TU VETERINARIO DE CONFIANZA PARA QUE TE RECOMIENDE LA QUE MEJOR PUEDA AJUSTARSE A TUS NECESIDADES.
*Lo mismo se aplica para las tormentas