Prolapso de la glándula lagrimal de la membrana nictitante

Los perros y gatos poseen una membrana ocular localizada debajo del borde lagrimal del ojo, a la que se conoce comúnmente como ‘tercer párpado’. En esta membrana se aloja una glándula lagrimal accesoria, cuya función es imprescindible para mantener una buena lubricación ocular. El prolapso de la glándula de la membrana nictitante hace referencia a que la glándula lagrimal se ha desplazado desde su localización normal (en la parte mas interna de la membrana) hasta el borde libre de la membrana, apareciendo como una masa de color rosa-rojizo, lisa y redondeada a la altura del lagrimal que se podría asemejar a una cereza, por lo que a este problema también se le da el nombre de ‘ojo de cereza o cherry eye’. 

La causa no está bien definida, pero se sospecha de una debilidad de los tejidos que alojan a la glándula.

La frecuencia de aparición es mayor en perros jóvenes de razas braquicefálicas, siendo una condición muy rara en los gatos. La edad de aparición suele ser inferior al año de edad y puede suceder tanto en un ojo, como en los dos.

Cherry eye en Bulldog inglés (braquicéfalo).

Aparición de una masa de color rosa-rojizo, lisa y redondeada a la altura del lagrimal. No produce dolor. Como complicaciones de una glándula expuesta puede ocurrir su inflamación/infección y/o alteración de la producción de lágrima, lo que daría lugar a un síndrome de ojo seco.

El tratamiento definitivo de un prolapso de glándula de la membrana nictitante es quirúrgico.

El objetivo es realojar la glándula, de la forma más fisiológica posible, realizando una técnica quirúrgica (técnica de Morgan) que consiste en la creación de un pequeño bolsillo en la parte más interna de la membrana nictitante en la que se quedará alojada la glándula.

En ningún caso de prolapso de la glándula está indicada su resección, ya que esto conlleva la aparición de un síndrome de ojo seco grave y de por vida.

Se podrán pautar fármacos antiinflamatorios, antibióticos y lágrimas artificiales en el momento en el que aparece el prolapso y hasta el momento de la cirugía para evitar complicaciones derivadas de su exposición. También se podrán pautar como tratamiento postquirúrgico durante alrededor de una semana para favorecer la buena cicatrización de los tejidos.

El periodo postquirúrgico suele durar entre 7-14 días en los que se recomienda guardar reposo, se administrará medicación y será importante que el paciente lleve un collar isabelino para evitar que con rascados pueda dañar los puntos, hasta indicación del veterinario.


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